miércoles, 4 de noviembre de 2009

La Agraria

Imagínate que podes volver al año 1984, 85, cuando estaban por comenzar las clases y tenías esa incertidumbre de poderte imaginar a tus compañeros. Y te das cuenta de que los que pasaron en todos los años subsiguientes hasta que egresaste, te dejaron algo marcado a fuego en tu corazón. Eso es “La Agraria”, aquel viejo colegio en el que pasé mis años de adolescencia junto a un grupo de amigos inseparables, en ese momento. Hoy, con el paso de los años, cada uno siguió su rumbo, pero como dice un amigo, un hermano de la vida, con varios de ellos, el cariño sigue intacto.

Hace unos días, por razones personales, tuve que viajar en auto, a Buenos Aires desde Villa la Angostura, lugar donde estoy viviendo desde hace un poco más de siete años. Por esto se me ocurrió tomar la ruta nacional Nº 3, sí, esa misma, la que pasa por la ciudad de Las Flores, ciudad que alberga infinidades de historias de “La Agraria”, de cientos de ex alumnos y los que seguirán pasando por allí, dichas historias se multiplicarán hasta el infinito.

Lo más sorprendente del viaje fue que no tenía pensado entrar, pero cada vez que me acercaba a esa ciudad llena de recuerdos, el corazón se me aceleraba y sentía una nostalgia enorme que me apretaba el pecho. Por suerte, decidí entrar y pasar un par de horas dando vueltas. Hacía más de ocho años que no iba.

Primero fui al campo de la escuela. Saqué un par de fotos y de repente se me vino la imagen que tengo grabada en la cabeza, esa de cuando íbamos de la escuela al campo, por aquellos años en unos carros tirados por un tractor, que no sólo nos llevaba a nosotros, sino en el que también muchas veces iba la comida para los chanchos. Nunca faltaba algún sinvergüenza que le tirase un marroco con salsa a algún distraído del carro de enfrente. Hice el recorrido completo de vuelta hacia la escuela, que en esos tiempos estaba en el centro y me llevé la triste sorpresa de ver ese viejo edificio en ruinas, según un cartel enorme, en proceso de refacción, o algo así. Me produjo una profunda tristeza que me llevó hasta las lágrimas: ver el viejo zaguán de ingreso y las ventanas rotas. Puta, pasaron casi veinte años desde que egresé. Y por momentos parece que fue ayer. Vaya paradoja del destino, en esa misma esquina pinché un neumático. Tuve que quedarme unos minutos ahí, pero no pude acercarme hasta el colegio.

Eran cerca de las dos de la tarde de un domingo y decidí mandar un par de mensajes de texto a mis dos amigos: El Chelo y El Coqui. Por suerte uno me contestó y nos pudimos encontrar los tres, poco tiempo..., ya habrá más para poder recordar viejos momentos. Y después de verlos y conversar un rato, decidí partir...

Pasaron varios días después del viaje y no pude dejar de pensar en esa parada tan emocionalmente efectiva. Lo necesitaba. Siempre es bueno darse una zambullida por la historia de uno para saber dónde está parado hoy.

Al sábado siguiente, antes de emprender la vuelta, se me ocurrió abrir el viejo baúl de fotos que hay en la casa de mi viejo y me encontré algunas que me volvieron a llevar a ese pasado “Florense”. Y así me subí al micro, con muchas historias en la cabeza que nunca me voy olvidar.

Tengo sabido de memoria el recorrido que hacíamos hacia el CEF para ir a las clases de gimnasia.

La esquina del banco Nación, donde desde la esquina de enfrente, en el monumento de la plaza, nos sentábamos a contemplar la gente que pasaba.

Muchos también recordarán el local de ENTEL, de donde hemos hecho infinidad de llamados por diferentes motivos. En la esquina, si mal no recuerdo, estaba la Cooperativa del Hogar Obrero, lugar donde más de uno se ha llevado por picardía un salame o una lata de paté sin pasar por la caja. No creo que haya sido ese el motivo de su cierre, no?

Puedo nombrar infinidad de lugares: el bar Status, La Esquina, El quiosco de Miguel, los sandwiches del gordo Samuel, la florería de al lado de la escuela, los bailes del Club Atlético los domingos a la noche, los bailes de estudiante, los picnics en la laguna, etc. Y muchas cosas más.

Y las personas...

Nunca me voy a olvidar de mis inseparables amigos de aquellos tiempos: el “Coqui” Sondon, el Chacha Rizzi, el “Trapo” Jáuregui, el Chelo Benítez, el Negro Oliva y el Moncho Arce. No me voy a olvidar tampoco del Negro Correa, El Palomo Balbiani, la Vaca Llanos, el Chueco Vela, el Narigón Paris y el Ratón Rodríguez. Y muchos más que me estoy olvidando y les pido disculpas. Con ellos, lo lejos que estaban nuestras familias casi no se sentía. O por lo menos la distancia era compartida.

Los profesores que me quedarán en la memoria: el Chancho Fernández, que nos hacía parir cada fin de año, el pelado Miller; los preceptores: el Cholo Capra, Pichina, Di Tulio, Zulma y quien fue el director en esos tiempos, El Gato Peters, con quien durante un tiempo nos seguimos encontrando por cuestiones políticas. Mi memoria hace que me olvide de muchos.

Durante los primeros días de ese primer año de clases, en las noches, en el internado, se podía oír llorar hasta al más guapo, por estar lejos de nuestras familias. Teníamos nada más ni nada menos que 13 años. Por suerte con el paso del tiempo, el llanto cesó hasta los últimos días de sexto año, en el que la vida nos volvió a separar de los seres queridos, antes parientes, en ese momento amigos.

Como me voy a olvidar de esos intentos fallidos de querer cantar y tocar, destrozando esa hermosa canción del flaco Spinetta, “Plegaria para un niño dormido”.

¿Te acordás cabezón? ese picnic del estudiante cuando me puse a cantar, lo más lindo es que pensaba que lo hacía bien. Es el día de hoy que todavía me cuesta pegarle a una sola nota.

Tampoco me voy a olvidar de aquellas madres que me adoptaron un poquito en algún momento de esos años y me albergaron en sus casas, dándome mucho más que un lugar donde quedarme a dormir o una suculenta merienda. Por ahí vale la pena explicar que quienes no éramos de Las Flores o no teníamos parientes ahí se nos complicaba la estadía en los momentos en que no estábamos en la escuela y días no lectivos. Siempre había algún lugar donde “tirar el poncho y echarse a dormir”. A la mamá del Trapo y del Coqui, les agradezco inmensamente lo que han hecho por mí. Eran las casas en donde más me quedaba.

No puedo dejar de agradecerle a mis viejos, que hicieron el esfuerzo de llevarme a estudiar ahí. A mi vieja que ya no está, gracias por bancarte semejante ausencia todos los días, encima muchas de las veces que debía volver a casa, me quedaba en Las Flores porque había algo que me tenía más ocupado.

En esa hermosa ciudad también me enamoré por primera vez. Hoy ambos seguimos por diferentes caminos y siempre recuerdo ese amor con alegría, porque a pesar de los vaivenes fue un amor verdadero e inigualable.

Nunca me voy a olvidar de los momentos que pasé con esa hermosa familia, que también me adoptaron un poquito. A Mari y a Roberto también les doy las gracias y espero en algún momento poder encontrarnos a tomar un mate y poder ver cómo nos trató el paso del tiempo.

Pero volviendo a la escuela, tengo inmensidad de recuerdos que necesitaría miles de páginas para poder contarlas.

Tengo grabado a fuego ese banco de la plaza donde hemos pasado incontables noches, charlando y mirando a las hermosas mujeres pasar.

A raíz de este viaje me volví a acordar de ese día, en primer año, que sin darme cuenta, cuando me despedí de mis padres, dejaba algo atrás para comenzar a vivir una vida llena de momentos, que sólo podrán entender quienes pasamos esos maravillosos años en “La Agraria”

Por eso, le doy gracias a esa hermosa ciudad y a quienes conocí en esos tiempos por albergarme y enseñarme mucho más que lo que un plan de estudio puede darte...

Juan Leandro Morielli
Egresado 1990

domingo, 19 de julio de 2009

Colores

Los colores marcan siempre los estados de animo o momentos. Generalmente uno se pone rojo de vergüenza o de rabia, pueden pasar las dos cosas al mismo tiempo. Muchas veces la maestra nos decía que le estaban por salir canas verdes. Del susto que me pegue el otro día, me quedé blanco como un papel, los días pueden ser grises, las épocas doradas. Los días, según los periódicos también pueden ser negros. La vida puede ser color de rosa, la esperanza es verde, el submarino amarillo, a veces en algunas situaciones uno está pintado o transparente y vos ¿sabes de que color estás en este momento?

Leu.-

Sin titulo, texto escrito en el Taller Literario


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Texto escrito a partir de las palabras de arriba.-

La fragancia altera el comportamiento de las prisiones. Cuando se supo en soledad vio que la gente, el hijo y Ana no pudieron perdonar nada, la injusticia realizada con sus propias manos hizo que el niño perdiera fuerza. Entre la risa y el calor del verano, el repiquetear del tambor le ganó al amor y la monotonía del asesinato le hizo perder la libertad.
El frío de la celda y la burla de los otros internos lo hizo desfallecer. Marcado por la discriminación y su pobreza espiritual mató a su amigo a golpes, quedando marcado a fuego por un largo tiempo oyendo gritos y sin poder concluir cualquiera de sus metas.
El azar tampoco le otorgó celebración alguna, su falta de bondad hizo que todo rondara en lo vividor que fue su padre. Nunca tuvo cariño. Los platos rotos a la lejanía, la muerte y la injusticia casi manejada por control remoto marcó su pobreza no haciéndole ruido alguno convirtiéndolo en un ladrón de vidas.
Nostalgias de los dioses de la deslealtad marcaron la pasión y nublaron si entendimiento generando odio y daños a los cuerpos. Haciéndoles rogar al cielo, generando luego una lluvia de sangre y olvido.
La falta de pan, el poco sostén familiar, los llantos silenciosos de esas heridas sin curar, la música de piazzola que le recuerda su inevitable derrota y la falta de protección reavivo su enojo, destrozo su sensualidad y marcó su egoísmo, haciendo que esa niña con ideas claras, naturaleza amable y fuerte lealtad despertaran nuevamente su maldad, indiferencia e intolerancia logrando la desaparición de la caricia generando una fusión entre la violencia y la energía, generando en ella desesperación y empalidecimiento de sus labios esa primavera, descargando un gemido de dolor marcado por el desamor y cruel hambre de matar. Nunca se pudo imaginar que luego de esos sonidos que generaban los pájaros, los colores del amanecer, el recuerdo de las estrellas que había admirado, los cuentos de duendes y el tobogán, trajeran al ventajero abuso rodeado de la estafa y los insultos hizo brillar por su ausencia la ternura y el beso.
El tango le hacía recordad a sus padres y su dolorosa infancia en soledad que genero un quiebre, oscuridad y abandono. Dejó de jugar, sobrepasado por el tedio de las hadas del mal, lo cual desato su ira, saliendo al amanecer portando una capa, soltando un quejido mientras que al trote visitaba las tumbas sin flores donde ya no hay vida, en el bosque de la miseria sin fin encontró un asiento vacío donde contuvo su angustia por vivir donde el hielo, la falta de entrega y la melancolía que produce el desamor se convirtió en una danza de muerte.-

Leu.-

Bajo la noche oscura.-

Cómo un niño te canto bajo la noche oscura. Oscura como tus ojos, que no puedo dejar de mirar, los cuales muestran toda tu belleza interior que sólo se puede observar a través de la mirada. Te canto esa canción, que oímos a nuestros padres, mientras nos pasábamos horas tirados en el pasto observando las estrellas en aquellas noches oscuras como esta. Mientras te canto, recuerdo como nos fuimos haciendo grandes, sin perder esa inocencia que nos caracterizaba y así llegamos hasta hoy, veinte años después donde no sólo a vos te canto sino a quien pronto vendrá y espero que con el tiempo no se olvide esta hermosa canción.-

Leu.-

domingo, 21 de junio de 2009

Tragedia

Trágico es ver venir a la muerte y no poder hacerte a un lado. Trágica es la perdida de la dignidad que te de esa enfermedad injusta, como todas las enfermedades que vienen para llevarte rápida ó lentamente. Esa que lleva el nombre del horóscopo. La que se llevó a tanta gente que hoy se la extraña y se la siente. La que se llevó a mi vieja, a mi abuelo, al gordo Soriano, a Guinsburg, a Rigth, Harrison y tantos otros personajes que hacían la vida mejor. Trágico es terminar los días casi postradamente cuando la fuerza de tu carácter fue tu símbolo.

Se lo vio parado frente al dueño del mundo hablando de igual a igual en momentos donde pocos le hacían frente. Hoy se lo vio sentado con el cuerpo cansado, la voz débil y las convicciones intactas a quien hoy es el símbolo de la recuperación de las libertades. A él quien trágicamente esta enfermedad se lo llevará en un futuro no muy lejano. Lo único que se me ocurre decirle es gracias, como a tantos otros me enseñaron a ser mejor cada día.

Texto escrito después de ver al Raúl Alfonsín en el Congreso de la Nación en Octubre de 2008.-


Leu.-

lunes, 15 de junio de 2009

Anagramas

En Roma, Roldan le declaró su amor, ardientemente, a Cleopatra quien retenidamente dudo en aceptarlo.-

Rosalía calienta la cosa en alicante por el salario que sacó.-

En Praga se debe pagar por amor menos que en Roma.-

En Paris hay que educar de prisa sino te toca la cuerda.-

A Inglaterra hay que integrarla, para poder afincar en Francia lo que en China se hinca.-

Pedro le enseña el poder al inmaduro de Raimundo.-

Un gato de angora en Aragón le orino la toga al cura.-

Armoniosamente algunos enamoramientos llegan meritoriamente con arrepentimiento.-

Leu.-

lunes, 18 de mayo de 2009

Carta escrita a raiz del fallecimiento de Raul Alfonsin.-

Hola:
Te escribo para darte dos noticias, una mala y otra buena. Te doy la mala así no te quedas con el sabor amargo del infortunio.
Falleció Raúl, si, algún día llegaría. Aunque siempre nos pareció inmortal. Si Raúl, ese que tantos años admiraste y defendiste con vehemencia, el que te hizo gritar parada en una silla ante miles de personas en esa convención de Parque Norte.
Si se fue, fueron tres días muy tristes. Solo eso sucedía en el país de los medios. Nos llevo a muchos a re vivir nuestra infancia hasta el día de hoy. Dejándonos un sabor amargo en cuestiones cívicas. Todos estos años no se hizo más que quejarse y culpar al otro de nuestras propias oscuridades.
El pueblo salió a la calle, se volvieron a ver muchas banderitas juntas, espero que sean juntas y no hayan sido amontonadas.
Los medios hablaban de volver a creer, de la esperanza, de los políticos en serio y la gente decía cosas muy bonitas del ex presidente, tan bonitas como horrendas cuando le toco gobernar. Hoy muchos parecen entender que algunas cosas no eran tan fáciles de realizar en ese momento. Pero en aquel tiempo pedían sangre. Como hoy piden por los que delinquen. Como si nada hubiese sucedido en todos estos años. Como si la ausencia del estado en los noventa fuese gratuita.
Hoy parece que las ideas que uno defendía en ese momento vuelven a renacer, y antes los raros éramos nosotros.
Nos quisieron hacer creer durante mucho tiempo que la política era mala palabra y con eso se quedaron muchos.
Pero volviendo a nosotros, me acordaba en estos días cuando yo tenía poco más de diez años y vos volvías con papá y unos amigos de la marcha multi sectorial del 82. Donde, por última vez, los militares sacaron corriendo a palos a y gases a la gente de la plaza. También me acordaba del 83, yendo al comité, acompañando a papá y ver como muchos discutían y hablaban de cosas que en ese momento no entendía mucho, pero después me di cuenta que se trataba, básicamente, de tener esperanza, defender ideales y ser libres. De eso se trata la democracia, no? Nunca voy a olvidar el acto de cierre en el obelisco, nunca había visto tanta gente junta y nunca más la volví a ver.
Era la “primavera democrática”, como dicen muchos y si, después como las estaciones en algún momento llegó el crudo invierno. Pero ese es otro tema, estoy tratando de acordarme los buenos momentos. Porque entiendo que la noticia es bastante triste.
Sabes que recibí un mensaje, a las pocas horas de la muerte, de Coqui que decía, “Un abrazo grande, se que estarás muy triste”, si Coqui el del secundario, el que no veo desde hace casi ocho o nueve años. Y tenía razón estuvimos muy tristes. Con Ana pensamos en algún momento como hacer para ir para allá, al velorio, pero estamos muy lejos. Hable con el viejo a cada rato y vivimos el estar un poco allá desde el y la hermana de ana, como se viven muchas cosa cuando se esta lejos.
Te repito me acorde de muchos buenos momentos, desde el 82 hasta ahora, pero no puedo dejar de pensar lo que sucedió después de Raúl y como nos afectó a todos esa falta de credibilidad por las instituciones que solo beneficio a unos pocos, los mismos de siempre. A los que de alguna forma parecía que se habían ido en el 83. Que hoy parecen estar de vuelta en algunos lados gracias a la democracia que tanto hicieron por desprestigiarla.
Pero bueno, el otro día con el viejo nos acordábamos cuando nos vinimos de Salta en colectivo para esa convención nacional, que bárbaro, las cosas que hicimos pensando en que algo podía cambiar. Eso a veces me da tristeza.
Lamento mucho tener que darte esta noticia, pero me queda la buena, espero que la tomes así, ahora por una de esas casualidades te lo encontrás, y te dice esas cosas lindas que solía decirte cuando te veía. Si lo ves mandále saludos y decíle que fue un día muy triste cuando se fue y mucha gente lo vivió así.
Bueno te mando un abrazo grande, te extraño mucho.
Leu.-

jueves, 7 de mayo de 2009

Encuentro

Subí al ómnibus como todas las mañanas para ir al trabajo. Recuerdo que ese día, particularmente, había algo raro en el ambiente. El sol no había salido, las calles estaban desiertas, hacía frío. El viaje era largo y como de costumbre a los treinta minutos, comenzaba a quedarme dormido. En mi walkman sonaba el disco “El lado oscuro de la luna”, de Pink Floyd, cuando de repente escuché un estruendo y sentí el impacto en mi cuerpo. Habíamos chocado, pero nunca pude saber con qué. En el camino no había nadie, sólo estábamos nosotros. Miré alrededor y estaba solo, las personas que me acompañaban en el viaje ya no existían, habían desaparecido, no entendía qué pasaba. Tardé en recuperarme y al hacerlo, vi al chofer en su lugar. Cuando pude levantarme, me dirigí hacia él. Él estaba tendido sobre el volante, parecía inconsciente. Cuando me di cuenta de que respiraba, intenté acomodarlo. En ese mismo instante, sentí algo extraño en mis manos, sentía que no eran mías. Igualmente seguí tratando de incorporarlo, lo cual era un esfuerzo demasiado grande que no podía comprender.
La sorpresa fue cuando vi la cara del chofer. Era yo, si, yo estaba manejando ese colectivo. Me asusté y, al retirarme hacia atrás, mi imagen se reflejó en el espejo retrovisor, pero el del espejo no era yo, sino un hombre unos treinta años mayor, parecía agotado. Qué había sucedido, cómo estaba yo sentado al volante y el del espejo no era yo. Por otro lado, no me sentía incomodo con mi cuerpo, lo reconocía, reconocía algunos rasgos, gestos. Tardé unos minutos en darme cuenta de que ese anciano, también, era yo, cuando reaccioné, noté que el chofer esta sentado mirándome muy tranquilo.
- Fue fuerte el impacto, dijo.
Solo atiné a asentir con la cabeza.
- No te asustes, hacé de cuenta que es en un sueño. Estas cosas pasan muy pocas veces en la vida de algunas personas, solo estoy acá para que me digas como te fue en la vida, estas conforme?, valió la pena tanto esfuerzo. Mete la mano en el bolsillo del saco. dijo.
Cuando accedí a su pedido noté que algo había en el, era una fotografía. En ella estaba yo (el anciano), mi mujer, me di cuenta porque estaba tan hermosa como hoy en día y varios niños y niñas a nuestro alrededor. Una lagrima acaricio mi mejilla.
- Quienes son? Pregunté casi sabiendo la respuesta.
- Tus nietos, respondió.-
- Me imagine.
Otro golpe sacudió al ómnibus y una fuerte luz me dejo ciego por unos instantes. Cuando logre volver a ver, para mi sorpresa, ya no estaba en el micro, estaba en mi oficina redactando un telegrama de renuncia, contemplando la foto y dos pasajes de avión.

30 años después.

Nunca deje de mirar la fotografía todos los días y es el día de hoy que no dejo de acordarme de aquel momento y ver como ese anciano de la foto se va transformando día a día en ese joven que fui.

Leu.-

sábado, 2 de mayo de 2009

Nunca más volvimos a encontrarnos


Recuerdo el día en que nos conocimos, fue hace treinta años, recuerdo el aroma del café que compartimos en ese viejo bar de la calle ayacucho. Lo que nos amamos durante todo ese tiempo, lo que compartimos. Hoy me siento a un lado de la cama con la soledad del nido vacío. Te miro y no puedo entender porque nunca más volvimos a encontrarnos.
Leu.-

Nunca ocurre nada bueno después de las dos de la mañana


Generalmente las cosas no son como parece, pero son así, como salen. La historia de hoy no es más que una historia de barrio, interpretada por alguien común y corriente que no superaba las expectativas de la media. Pablo cursaba el segundo año de economía, su padre era contador al igual que su madre, él todavía vivía con ellos. En su casa no sucedían grandes cosas, se comía a las nueve, se miraba televisión hasta las once y media, se acostaban a las doce y cuando salían nunca volvían mas allá de las dos de la madrugada, porque, como decía su padre, su abuelo y gran parte de sus antepasados, nunca ocurre nada bueno después de las dos de la mañana. Y de esa forma fue criado Pablo, quien cuando salía convencía a todos sus amigos que él debía llegar a casa antes de las dos porque no hacia falta más tiempo para divertirse. No tomaba en exceso, no fumaba, hacia deportes. Era el hijo que las madres quieren para ellas, educado, tímido y elegante. Pero a la mayoría de los jóvenes les resultaba aburrido, poco atractivo para divertirse, era el hazmerreír de las reuniones. Cuando se iba antes de las dos, la mayoría se burlaba a sus espaldas. Nunca agradaba demasiado su vestimenta, la cual carecía de toda extravagancia. Sus camisas siempre bien planchadas, los pantalones pinzados con la raya marcada al medio, pelo corto con raya al costado. Pero parece que eso no es lo que estaba de moda. Pablo seguía firme con lo que parecía eran sus ideas. Nunca renegaba de sus padres, ni los contradecía. Siempre estaba bien predispuesto para ayudar a quienes lo soliciten. No tenía grandes aspiraciones. Solo quería terminar los estudios, así podría entrar a trabajar en la empresa donde lo hacia su padre, quien se jubilaría luego de enseñarle los quehaceres laborales. Su madre no dejaba de protegerlo, lo cuidaba como si fuese un niño. Cocinaba siempre lo que a él le gustaba, igualmente nunca hubo grandes innovaciones culinarias, churrasco con ensalada, milanesa con puré ó papas fritas, pollo al horno, etc. El sushi solo lo habían probado en el casamiento de la tía marta, la hermana de Pablo, el padre, ¿cómo creían que se llamaba?. En fin, como dije antes, no sorprendían a nadie.
Un día pablo es invitado a una fiesta de la facultad, estaba emocionado, era la primera vez que iría a una. Preparo todo con lujo de detalles una semana antes. Busco su mejor camisa, se compró un pantalón nuevo, los leñadores estaban impecables. El suéter que le había tejido la nona le quedaba pintado. Una preciosura. Llegó el día, eran las seis de la tarde y Pablo ya se estaba preparando. La fiesta era a las once. Cómo será, conoceré a alguien, ira la morocha que siempre se sienta en la primera fila, se preguntaba mientras se afeitaba. A medida que pasaban las horas, las manos le transpiraban cada vez más, el corazón le latía más rápido. Esa noche no cenó, tenía miedo que algo le produjera alguna indisposición. Pidió el remisse una hora antes para no tener problemas. Ya era la hora. Los padres lo despidieron en la puerta. Estaban emocionados, el nene pertenecía al grupo que ellos querían. Pablo se fue, la celebración era a unos treinta kilómetros de su casa. Parecía que serían más de mil, no pasaba más el tiempo. De una vez por todas llegó a la fiesta. Los nervios lo estaban matando. Cuando se quiso acordar ya estaba disfrutando de la noche. Conversó con compañeros con los cuales no había cruzado ni siquiera un saludo. Las chicas venían hacia él solicitando atención, como si fuese algún personaje de la farándula. No lo podía creer. Nunca en su vida la había pasado tan bien. Pero como todo las cosas, éstas se terminan. Miró su reloj y eran las dos menos cuarto de la mañana, fue al guardarropa, retiro el saquito de la nona y enfilo hacia la entrada para pedir un coche, ya estaba nervioso porque sabia que llegaría después de las dos a casa, pero se consolaba pensando que ya se estaba yendo. En el momento en que llega a la puerta, sorpresivamente se encuentra con la morocha de la primera fila, cruzan la mirada y ella le dice, no me pensás saludar?, hace rato que estoy esperando encontrarte en alguna reunión pero nunca venís. Pablo no sabia que hacer, se quedó pensando segundos que parecieron años, tomó coraje y le dijo: hola, buenas noches, a mi también me alegra verte. ¿Vas a tomar un poco de aire? Te acompaño, dijo ella. Él no sabia qué hacer, los minutos pasaban y todo iba cada vez mejor, ya casi eran las dos y aparentemente no podía suceder algo bueno después de esa hora. Igual tenía un poco de miedo, durante toda su infancia no paro de escuchar historias no muy divertidas que hayan tenido lugar por esas horas. Decidió quedarse un rato más, Marcela, así era como se llamaba la morocha, no paraba de conversar, de adularlo, él solo la miraba embobado, sentía algo en el estomago que nunca antes había sentido. De repente como si alguien hubiese invadido su cuerpo, como si estuviese poseído, exclamo, me gustas mucho. Marcela enmudeció. Uh que cagada me mande, pensó él, hasta que se dio cuenta que Marcela cerro los ojos y se acercaba como para besarlo. No lo podía creer, se le estaba dando. Él nervioso acerco sus labios y se unieron en un beso interminable. Y así pasaron un rato. Cuando se quisieron acordar eran como las cinco de la mañana. Pablo se despidió de Marcela y quedaron en verse al otro día. Estaba feliz, no lo podía creer. Volvía a su casa como nunca lo había imaginado. La noche era inigualable. Tan inigualable que nunca se imagino preguntando ¿a quien se le ocurrió decir que no ocurre nada bueno después de las dos de la mañana?
Por cierto, esas fueron sus últimas palabras antes de ingresar al hospital zonal, luego de que el chofer realizase una mala maniobra al querer adelantarse a ese gran camión que los demoraba de regreso a casa.

Leu.-


viernes, 1 de mayo de 2009

Carretera

El calor era agobiante, hacia varias noches que no se podía dormir. Los mosquitos parecían aviones.
José se levanto con el amanecer y recogió sus cosas. El viejo reloj de la habitación daban las cinco y media. Se dirigió a la recepción donde se encontraba el conserje durmiendo sobre el escritorio, al sonar la campanilla el anciano se despertó exaltado, tomo las llaves del cuarto, el dinero y con un gesto se despidió.
José tomo la carretera hacia el sur, el viejo citroen no superaba los setenta kilómetros por hora. El viaje se hacia cada vez más insoportable. Luego de varias horas de conducción y escuchando música clásica y un par de paradas en gasolineras, se dio cuenta que se había olvidado las muestras en el viejo hotel. Tenía que volver. En un abrir y cerrar de ojos los pensamientos de frustración invadieron su mente, tenia ganas de llorar. Ya no quería volver. A que debía volver, se preguntaba. El gordo garcía lo tenía loco, nunca hubo un jefe de personal tan jodido. Las ventas no estaban bien, hacia meses que vivía con chirolas, esperaban que le suban las comisiones pero nada.
Detuvo el auto a un costado de la ruta. Se quedo mirando el horizonte por varios minutos. No sabia que hacer. Solo sentía que a esa ciudad, donde ya nada le quedaba, no debía volver.
Leu.-

Receta para desatar el corazón

Receta para desatar el corazón

Para lograr desatar el corazón sin sufrimiento extremo se necesita.

- Varios kilogramos de empatía.
- Hectolitros de lagrimas derramadas.
- Innumerables pensamientos nostálgicos.
- Sufrimiento a gusto.
- Una pizca de amor propio.
- ½ oportunidad de conocer a otra persona.


Mezclar las lagrimas con los pensamientos nostálgicos y el sufrimiento a gusto hasta obtener una masa bien lisa y blanda. Reservar aparte. Por otro lado tomar un poco de empatía y amor propio mezclarlos y darse ½ oportunidad de conocer a otra persona y dejar atrás la masa realizada al principio.-

Leu.-